29.3.08

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Esto no va más.
Mi verdadera vida la sigue viviendo por mí, Sarafina FaMale. Escucha -le he dicho- voy a leerte algo que escribí hace unos días. No soy tu lector -me respondió un poco fastidiada. No soy tu lector -como cada vez que insisto en leerle mis diarios. Me he quedado mudo. Ella se ha levantado de su pequeña silla de forros anaranjados y se ha marchado en busca de agua. Ha vuelto con dos vasos y me ha extendido uno Toma -dijo- estás secandote. Yo me he quedado en silencio observando las diminutas burbujas pegadas al cristal. Pensando, gravitando en el vacio.
Cuando hubo pasado suficiente tiempo y corriamos el riesgo de no volver a hablar nunca, ella ha vuelto a ponerse de pie. Se ha quedado frente al espejo dándome la espalda y ha comenzado a contarme una historia. La historia de un hombre -dijo- cuyo único talento consistía en escribir libros. Escribía frenéticamente páginas y páginas en sus madrugadas insomnes y mañanas febriles. Un hombre capaz de hacer libros perfectos, redondos como nísperos, pero incapaz de tener siquiera un amigo. Un hombre cuyo talento literario lo había llevado a la soledad absoluta, al aislamiento recalcitrante, y que eligió -entre muchos posibles- un terapeuta, a quien fingía engañar con una extravagante distimia que sólo él podía ayudarle a mejorar. Un hombre que acudió, durante mucho tiempo, puntual a la cita cada tercer día con las páginas de sus diarios memorizadas para repetirlas a su doctor, y que acabó convirtiendose a sí mismo en un libro en busca de un lector.
Yo continué callado. Sus palabras se movían en mí como círculos concéntricos de agua. Se sentó de nuevo. Me miró con su mirada de años luz y guardó silencio.
La miré despacio. La grabé en mi mente. Me puse de pie. Me tomé el agua y salí cerrando la puerta sin hacer ruido. Bajé las escaleras, salí a la calle, me alejé; yo ya no podría volver.

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[Los nombres de los personajes han sido cambiados para su protección. Cualquier parecido con la realidad, es una pena.]
[el dibujo es de Federico del Barrio; León Doderlin]
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[este sí lleva destino: mi querido E, quien no me tocó en la repartición de bienes. Pero a quien siempre, irremediablemente, quiero, extraño y recuerdo. Y si pasas por acá, que sepas que aún no nos cortamos el cordón umbilical. ]