24.5.09

Miaulin-mudra

Llego, con mi invariable cara de hush-puppie. Elijo mi lugar, casi siempre hacia el final del salòn pues aun soy principiante; pongo mi tapete y espero. Miro las piernas del instructor y me pregunto còmo se verían sus tenis bajo mi cama.

Saludo al sol.
Dos horas de felicidad absoluta tres veces por semana. Mientras estoy ahì, no pienso, no recuerdo, no imagino, no sueño, no espero, no sufro, no cavilo, no desespero. Sòlo tiemblo, pero eso es debido a mi falta de fuerza fìsica y mi pèsima condiciòn. Sòlo respiro. Sòlo sudo. Sòlo inhalo, exhalo y sonrìo.

Èl me pone de cabeza.
Busco mantener el equilibrio y me cuesta todo el trabajo del mundo. Sostenerme en linea recta con una pierna levantada y enganchado mi pie a mi mano me lleva al Funàmbulo. Me pregunto si èl podrìa mantenerse en la cuerda floja y yo convencerlo de ser ficciòn.

Èl empuja mi cabeza al piso.
Mi frente toca el suelo por acciòn de su palma en mi espalda.



¿De verdad puedo volverme tortuga? Mis hombros se resisten y parece que van a salirse de su lugar mientras intento ponerlos debajo de mis rodillas. Sudo, sudo, sudo. Gotas de sudor corretean en mi espalda haciendome cosquillas. Dios, que mis brazos me soporten.

Respiro, respiro. Me sostiene una pierna mientras busco el equilibrio. Mi equillibrio precario. ¿Soy o no en verdad el funàmbulo sobre el mundo? Es hoy. Sostente -dice- y me suelta. Conozco entonces mi miedo. Miedo a caer, miedo a estrellar mi cara, miedo a azotar las nalgas contra el piso. Miedo a torcerme, miedo a subir la cadera, miedo a que mis brazos no me aguanten. Y conozco entonces mi falta de equilibrio. Aùn no soy el funàmbulo, aùn no puedo cruzar en el alambre. La otra pierna -dice. Respiro, respiro, aprieto el ombligo. Puedo hacerlo, quiero hacerlo. Respiro.

Relajo el cuerpo tendida. Me hormiguea una mano. Me punza un hombro. Sè que tengo màs mùsculos de los que pensaba. Me duele donde nunca pensè que me dolerìa, incluidos los pies y las manos. Los dedos de los pies. Me duelen las plantas de los pies.


No soy como Batman, que desde el inicio de la historia ya era fuerte, agil, flexible y rudo. No soy como Batman que desde el inicio de la historia tenìa el abdomen marcado y los brazos fuertes. Yo llego al incio con unos kilos de màs, con miedo a caerme, sufro de vèrtigo, mi amor propio se tambalea al igual que mi equilibrio en una pierna, no soy un magnate y mi auto està aun en el taller. Tampoco tengo un Alfred que prepare una tina con agua tibia para calmar mi adolorido cuerpo... no señor, no soy como Batman, soy màs como yo.

La aspirante a heroina requiere un gran esfuerzo.
Namaste

13.5.09

Crash

Choquè.
Me distraje por un instante, mentira, continuè distraida como he hecho siempre y la vida me puso un alto, brutal, impactante, infinito, potenciado, pànico de media noche. Y ahora mi cuerpo tiembla, desarticulado.
No, no me lastimè. Y por gracia divina tampoco lastimè. Quiero decir, fìsicamente no fue un golpe brutal, no fue un golpe terrible, no fue crash y al hospital.
Pero emocionalmente quedè disuelta.

Ahì tienes que voy por Juàrez, casi las 11 de la noche, poca luz en la ciudad llovida, ceratti declarando que ella usò su cabeza como un revolver y yo me detengo en un alto y pienso, pienso esas pendejadas que suelo pensar, se enciende el verde y a la siguiente cuadra, el corazòn de la ciudad, meto primera y unos metros adelante meto segunda. No lo vi de lejos, un auto oscuro que sòlo alcancè a percibir como una mancha negra y grande frente a mì; mi cerebro que me dice que no alcanzarè a frenar; mis pies que presionan el freno, mi derecha jala el freno de mano y la izquierda gira el volante para poder esquivar. Sòlo recuerdo el sonido sordo, hueco, las llantas que se amarran. Las gotas caen en el parabrisa, reflejan colores de lluvia. Me apresuro a bajar, sòlo comprobar si no estoy rota y si no estàn rotos los demàs.

Una chica muerta de miedo. Me mira y mira su auto. La llanta torcida por completo, ella dice que su padre la va a matar. Yo no pienso en mi coche. Pienso en esa chica, en ese chico y en mì. Sòlo saber que estàn bien. Estamos bien, no señor policia, no necesitamos una ambulancia. Ella llora, su padre la va a matar. Yo me siento en mi auto. Pienso... a quièn llamo, a quièn llamo, lo paso sola, lo resuelvo yo, a quièn llamo. Por varios segundos no estoy en el mundo. Yo he sido quien ha chocado, quien està torcida, quien tiene la defensa rota y desviada, soy yo quien no puede moverse. Kari... puedes venir al centro? estoy bien, choquè. Ven.

Me siento pequeña. En el gigantesco vientre de la ciudad me siento pequeña. Sentada en mi auto con la puerta abierta miro a la gente que pasa y no puede evitar mirar el colapso. Tengo que reaccionar, tengo que reaccionar. Un policia se acerca, estàs bien? - sì, murmullo- no pasa nada, no pasa del susto, no pasa nada. vienes sola? ya llamaste a alguien? -ya viene mi hermana.

Busco los papeles del coche. Llega el padre de la chica, su chico le busca un pan para que se le pase el susto, ella sigue llorando. Su padre se acerca. Pienso en Jorge. Choquè, no sè què hacer, ayudame.

Los policias nos convencen que lo mejor es arreglarnos ahì, evitar el corralòn, las multas, lo jurìdico, los juicios, los abogados, ir a casa con su golpe y su responsabilidad cada quièn.

El policia me asegura que yo tenìa la preferencia, que ellos debieron frenar, pero que seguramente yo venìa a màs velocidad porque el golpe es fuerte. Le recuerdo que tengo un jeep, un auto de fierro, que no podìa venir muy ràpido estando en el centro. Me dice que ella no va a aceptar su culpa, y que para èl, las dos hemos tenido parte de culpa. Habla algo del dinero, de cuentas por pagar, de multas. No me importa, no pienso en ello, no me importa. Sòlo pienso que me distraje un momento, y que pudo ser peor, que los pude lastimar, aun si hubiese sido totalmente su culpa. El padre acepta su responsabilidad y acepta que cada quien se haga cargo de su daño. Jorge dice que es lo mejor, acepto. Mi hermana me pregunta si estoy bien, mira mi defensa doblada, mi intermitente rota y me parece que tampoco le importa, que le asusta mi cara, mi cuerpo que no dice nada, pero me conoce, sabe que màs adelante sucederà el colapso.

Volvemos a casa, Jorge nos acompaña.

Me quedo con mi hermana. Tengo que ir mañana al doctor a que revise mi cuello que por ahora no sè si me duele por el golpe o por el estrès, por la tenciòn. No sè què me duele.
Mi cuerpo se desarticula y tiemblo. Quiero llorar. Karina me abraza y pregunta porquè lloro. Si es porque pienso que no tengo un papà que me defienda. No. No conozco la sensaciòn que me atrapa.

Pienso en mi distracciòn. Mi cabeza me dice que esa distraciòn no puede suceder màs, no debe suceder màs. Un alto definitivo, un choque sòlido. necesito dejar de pensar.
Pienso en mi pequeñez. Cualquier dìa, cualquier hora.

10.5.09

Negra

Hoy le compraba flores a la negra. Ella reìa. La despertaba no mi prisa por darle un beso sino la canciòn clàsica que F le cantaba a las 7 de la mañana. F siempre se levantò temprano y hoy no fue la excepciòn. F vino hoy, a eso de las 9. Quizà èl tambièn extrañò el abrazo, la enorme mirada negra, profundo abismo de amor incontenible e interminable, abismo de estrellas, cuna de ternura. Negra nos abrazaba por igual a los tres. Echados en la cama como camada de cachorros recièn paridos. No podiamos dejar de sentirnos pequeños, abrazados a su pecho.

No hay mucho que decir, sòlo constatar una vez màs, un dìa màs, que Negra hace falta. Que al paso de 11 meses, sigue siendo una làgrima constante. Un nudo doloroso en la garganta. Una pena negra como sus ojos. Como sus ojos que hoy no me ven.

Sì, la extraño hoy tambièn.

***

Apenas una linea para no quebrar.